04 noviembre, 2014

Los Shajshas de Corongo y su medalla de plata, por Alex Valdez A.


1996, fue un año muy importante para los Shajshas de Corongo, el motivo es el que le ha dado título a esta pequeña remembranza personal. En abril llegó una invitación de la municipalidad de Huaraz, en ella manifestaban la intención de que Corongo participe en el “Concurso Regional de Danzas” que estaban realizando. La municipalidad lo derivó al entonces Colegio Nacional Mixto “San Pedro”, para que se haga cargo de representar a la provincia. El colegio asumió el compromiso y como las bases pedían que cada grupo llevase dos danzas, se decidió que Corongo participaría con sus famosas “Pallas” y en segundo orden, completarían la delegación, una agrupación de “Shajshas”. Como es obvio, inmediatamente, inició la selección de danzarines y los ensayos coreográficos. La selección fue ardua y al final cada elenco quedó conformado por solo cuatro integrantes. Las pallas se formaron con Rosario Sotomayor Malpica, Nilda Mayo Olivera, July Iparraguirre Pastrana y Elsa Pinedo Cerna. Yo tuve la suerte de ser seleccionado para el elenco de Shajshas, junto a Manuel Garay Gonzales, Pedro Pinedo Sifuentes y Hércules Ramos Castillo. Fueron los meses más arduos y difíciles que he tenido como shajsha, aunque también las más productivas pues aprendí bastante sobre la danza. Diariamente ensayábamos un promedio de dos horas y media, puliendo estilo de baile, coreografía y sobre todo despliegue físico, las bases pedían quince minutos de presentación asi que debíamos estar en buena forma física. Los trajes del Champará se pusieron a punto, las shajapas se trajeron de Aco y San Isidro, de donde también llegaron los cajeros, Ernesto Sánchez Carrillo “Cabo” junto a su sobrino para acompañarnos en el gran reto que se nos había presentado. Llegó el ansiado día del viaje, estábamos preparados y eso nos daba seguridad para afrontarlo con calma, los preocupados eran nuestros padres, pues como ya se había hecho costumbre en Corongo, viajaríamos en “volquete” hasta Huaraz y eso no los tenía conformes. Al final nos acomodamos sobre colchonetas y frazadas y emprendimos el viaje sin saber lo que nos esperaba.



El viaje fue difícil, hacía bastante frío en la tolva de nuestro transporte; quien iba a pensar que comparado con Huaraz, Corongo era zona templada y calurosa. Nos dejaron maravillados los cerros de la Cordillera Blanca, con sus nevados que se perdían en el horizonte, parecía que se podían tocar si estirabas las manos. Nuestro milenario nevado Champará quedaba chico ante esa belleza de ese paisaje glaciar.
Nos hospedamos al llegar y junto a los encargados de la delegación, fuimos al estadio Rosas Pampa, allí debía realizarse la inscripción de las danzas que participarían en la actividad cultural. Se presentó un gran problema, la comisión organizadora, había dispuesto que solamente participara un elenco por delegación, por tanto debían decidir a cuál de las danzas inscribirían en el concurso. La decisión no fue difícil, después de una breve charla, inscribieron (como tenía que ser) a las “Pallas de Corongo”, quienes debían de sacar cara por el folclore de la provincia.
Los Shajshas quedamos destruidos, tanto ensayo para quedarnos en la puerta del concurso. Nos sentimos traicionados por nuestros profesores, sentimos amargura de no poder hacer nada y lloramos juntos, de impotencia, por no poder demostrar la máxima manifestación tradicional de nuestro pueblo. Todos llamamos a nuestras casas para sentir la voz consoladora de nuestros padres, tan necesaria en esos momentos. Buscando quizás que, como siempre, nuestros padres, a la distancia, nos ayuden a solucionar un problema que escapaba de nuestras manos. Y la solución llegó desde Corongo, milagro de San Pedro o de San Francisco, quizás de ambos, pero les dieron indicaciones a nuestros encargados para que puedan inscribirnos en la justa folclórica.
La inscripción se realizó sin problemas, solo que había un detalle, nos habían inscrito como representantes del Colegio San Francisco de Aco, con la danza de los Shajshas de Aco. Obviamente nos generó el segundo desazón del viaje, nuevamente sentimos que eso era injusto, pues éramos sanpedranos de corazón y los de Aco eran rivales a los que siempre habíamos ganado en el deporte, además su estilo de baile es muy diferente al de Corongo que tanto habíamos practicado.
Yo tuve una noche terrible y de seguro los otros Shajshas también, pensando cómo nos sentiríamos cuando nos presenten como alumnos de otro colegio y no de nuestro querido “San Pedro”. Solo Cabo y su sobrino durmieron como lirones y roncaron como dos tractores en plena faena. Pero después de la tormenta viene la calma y al amanecer estábamos más tranquilos. Nos reunimos y decidimos que haríamos el mejor esfuerzo, no importaba el lugar de donde decían que éramos, juramos que nos esforzaríamos por los Shajshas, guerreros de antaño cuya sangre corría por nuestras venas. Importante fueron las palabras de Manuel (Mañuquito) en esos momentos en los que cual guerreros nos dábamos ánimos antes de entrar al fragor de la batalla.
Inició el concurso en el Rosas Pampa, otra gran sorpresa, todas las delegaciones se conformaban por al menos 25 integrantes y cada una de nuestras danzas solo tenía cuatro bailarines. Eso no nos desanimó, al contrario nos dio mayores bríos, ganas de entrar a la contienda y demostrar de lo que era capaz un shajsha coronguino; las chicas, ya vestidas de pallas, se contagiaron de nuestra energía y se mentalizaron en positivo para su presentación.
Salieron nuestras pallas, cabo y su sobrino las acompañaban al son de “ron puro” “Muchachita Coronguina” y otras tonadas tradicionales de nuestro pueblo. Que hermoso era verlas bailar, parecían bellas mariposas multicolores volando sobre las flores de nuestros cerros, los trajes de doña “petita” estaban a la altura, sorprendiendo a los asistentes y al jurado que miraba boquiabierto a las bellas coronguinas. En la fuga, cuando las roncadoras parecían que iban a explotar, ellas giraban grácilmente copando los espacios con su presencia e iluminando todo el ambiente con su sonrisa. Que orgullo de ser coronguinos sentimos en ese momento, con el pecho henchido, nos sentíamos los mejores de la tierra al ver bailar a las doncellas de nuestro pueblo. Por fin salieron del escenario y la gente las despidió con aplausos y silbidos, muestra de que habían realizado una extraordinaria presentación artística.
En nuestra altanera adolescencia y orgullo coronguino, sentíamos inferiores a las otras danzas que competían contra nosotros. No nos sorprendieron los Shajshas de Huaraz y ni los de Yungay, ¿Qué clase de danza guerrera es, si sus participantes se paran de cabeza, hacen torres y pirámides... Así piensan combatir al enemigo? pensábamos. El mismo efecto nos causaba la Huaridanza, que aunque también usan shajapas eran muy lentos para nosotros. Que ufanos nos hacía nuestra confianza, hoy sé que eran deducciones carentes de sentido, pero, en su momento, sirvieron para enervar al espíritu del shajsha que recorría todo nuestro cuerpo.
Tocó el turno de nuestra presentación, claramente retumbó en nuestro oídos: “Señoras... y señores... con ustedes… el colegio San Francisco de Aco… con su danza... los Shajshas de Aco…” las palabras del presentador no nos afectaron, al contrario encendieron al guerrero que hasta ese momento esperaba latente para demostrar su esencia, su temple y su fiero carácter. Estábamos formados en dos filas, con la cabeza gacha, concentrados, la mano derecha estirada hacia adelante con la macana colgando de ella y la mano izquierda atrás sosteniendo la rodela, mientras sacudíamos frenéticamente los pies para que suenen nuestras shajapas, cuyo sonido aumentaba nuestra concentración y hacía que se eleve nuestra adrenalina.
Suenan fuerte las roncadoras, Cabo y su sobrino hacen el llamado e inician la tonada de entrada… escucho a Manuel que grita ¡Vamos Shajshas, Carajo! Y como si esas hubiesen sido las palabras cabalísticas de un extraño conjuro, se sintió como si los guerreros de antaño se apoderaran de nuestros cuerpos y salimos al campo a dar un férrea batalla. ¡Uz! ¡Uz! ¡Uz! era nuestra arenga mientras saltábamos extasiados marcando nuestra coreografía. Todo era instintivo, nuestros cuerpos flotaban sobre las ondas que hacía el sonido de nuestras shajapas, más de cuatro meses de ensayo mostraban sus frutos y nuestros movimientos se sucedían uno a uno, perfectamente sincronizados. ¡Uz! ¡Uz! ¡Uz! era nuestro grito general.
De reojo mirábamos a cabo, como siempre, él bailaba con nosotros, movía su roncadora y mecía su cuerpo señalándonos que se aproximaba el cambio de música y que debíamos prepararnos para el momento cumbre, la “contramudanza”. Como éramos pocos y habíamos generado expectativa, la gente se había bajado de las tribunas y nos rodeaba aplaudiendo nuestro danzar. De repente, suena el cambio de música en el pinkullo de cabo, giramos y nos acercamos golpeando nuestra rodela y macana bajo nuestras piernas, que al final van a estrellarse sobre la cabeza de los cajeros.
Inicia la contramudanza, suena la música de guerra, explota el grito de guerra en nuestras gargantas ¡yaaaaaaaaaaaa! ¡yaaaaaaaaaaaa! Y salimos en diferentes direcciones hacia el público que al vernos correr blandiendo nuestras armas en son de combate, retrocedió asustado, para luego dar pase a la emoción y al aplauso, sorprendido y maravillado por lo mostrado por los guerreros de Corongo. Hicimos movimientos de batalla, ataque y defensa en su máxima expresión, ¡Uz! ¡Uz! ¡Uz! patadas, giros y saltos complementaron nuestra presentación. ¡Uz! ¡Uz! ¡Uz!. Al final, cambiamos al paso doble, tipo Colcabamba, y salimos del escenario mientras el público aplaudía nuestra faena, la ideal lucha en el campo de batalla había terminado para nosotros.
Han sido los quince minutos más duros de mi vida, pero no los sentí hasta que salí del escenario. Los cuatro nos desplomamos agotados en extremo y con las piernas totalmente acalambradas por el esfuerzo que habíamos realizado. Las pallas corrieron a nuestro auxilio y con el poco movimiento que les permitía su apretado traje, empezaron a frotarnos las piernas que poco a poco recobraron oxigenación, aunque a mí me dolieron por más de un mes después del concurso.
Culminó el evento, teníamos que esperar para la premiación a ver si había algo para Corongo, para nosotros la labor estaba hecha, no importaba lo que dijeran los demás. Nuestros encargados tenían fe en las pallas, yo escuché que decían que con ellas fácil tenían el primer lugar.
Comenzó el anuncio de los cinco mejores grupos, La trilla, Las Pallas de Corongo, Los Shajshas de Aco, Los Shacshas de Huaraz y uno más cuyo nombre se ha perdido en mi memoria. Quien iba a decirlo… ¡Estábamos dentro de los cinco mejores!
Contra todo pronóstico las Pallas obtuvieron el quinto lugar, la danza cuyo nombre no recuerdo quedó en cuarto lugar… ¡Estábamos entre los tres primeros! mudos de la emoción no atinábamos a decir palabras solo nos mirábamos sorprendidos… las caras de nuestros encargados se ponían de mil colores, no sé si de emoción o quizás de preocupación, pues de seguro no esperaban ese resultado.
Anunciaron a los Shajshas de Huaraz como el tercer lugar del certamen, nuestra emoción era infinita, no podíamos pedir más por el esfuerzo que habíamos realizado y ante el reclamo, chiflidos y molestias del público que pensó que el resultado fue injusto, se declaró como ganadora a la danza de La Trilla mientras que a nosotros nos premiaron con la Medalla de Plata, al haber obtenido el segundo lugar en la competencia.
Mientras saltábamos de alegría, vimos como el jefe de la delegación cruzaba presuroso hasta el jurado y los organizadores, se notaba que hablaba con ellos de algo importante, pues gesticulaba y miraba hacia donde estábamos nosotros diciendo cosas que eran incomprensibles a lo lejos. Fueron varios los minutos de angustia, pero por fin pudimos saber de qué se trataba esa charla. El jurado, con la venia de la comisión organizadora, hacía una corrección, el local se quedó en silencio, hasta que anunciaron que la Medalla de Plata del certamen, era otorgada a los alumnos del Colegio Nacional Mixto “San Pedro” de Corongo, que habían bailado la danza “Los Shajshas de Corongo”.
Por fin nuestra alegría fue completa, si bien no habíamos obtenido el primer lugar, la Medalla de Plata era suficiente para hacer saber la importancia de los guerreros de nuestro querido Corongo.
El retorno fue muy diferente, no importó el frío ni el medio de transporte, solo queríamos llegar a Corongo a mostrar lo que nuestros Shajshas habían logrado.
No tuvimos un recibimiento apoteósico, pero sí el amor, cariño y brazos calurosos de nuestros padres emocionados. Se nos rindió un parco homenaje en el colegio. Al frente de nuestros compañeros nos pusieron, orgullosos, con nuestra medalla en el cuello, para que nos brinden un aplauso por lo obtenido. Pero no hubo más, el diploma y las medallas se quedaron en la dirección del plantel. No hubo difusión, ni publicaciones que hablaran al respecto. Hasta hoy solo ha sido una experiencia guardada en el recuerdo de los cuatro guerreros que logramos esa hazaña.
Por eso hoy, ante un ataque de nostalgia, quiero plasmar mi recuerdo en papel, junto con una pequeña memoria personal. Busco quizás que se conozca lo sucedido y se difunda, por ser un logro de la danza y no de los danzantes. Pero sobre todo, sueño en que llegue el día en el que alguien encuentre y saque del olvido, a la Medalla de Plata que ganaron los Shajshas de Corongo, en Huaraz, en el Concurso Regional de Danzas de 1996.

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