El gobierno y el Congreso tienen una grave responsabilidad frente al desastre administrativo de la región Ancash.
La gestión del recién reelecto presidente regional arroja el peor resultado que haya podido imaginarse hasta hoy entre sus pares de todo el país.
De los más de mil 400 millones de soles recibidos como presupuesto, solo gastó un 20,9% (menos de la quinta parte del total). ¿En qué se traduce el atroz desbalance entre los cientos de millones que ingresan a las arcas de esta región y la pobre calidad gerencial encargada de invertirlos y ejecutarlos?
Se traduce en carreteras de muerte, en vergonzosos accesos turísticos, en misérrimos asentamientos humanos, en inconclusos proyectos de agua y desagüe, en espantosas postas que de salud no tienen nada.
Quien haya viajado hasta hace poco a Chavín o, más cerca, a Sechín, sabe que parte de la aventura arqueológica consiste en transitar en medio del lodo o en tragar polvo de comienzo a fin.
Con solo un quinto del presupuesto que el señor César Álvarez malgasta a diario podrían asfaltarse las vías a Chavín y Sechín, sin tener que esperar que lo haga alguna minera rica, a la cual suelen combatir los mismos burócratas que persiguen sus regalías.
El gobierno y el Congreso no pueden permitirse el lujo de echar por tierra más de mil millones de soles de presupuesto, que es lo que representa el dispendio en inversión de la administración regional de Ancash.
Es bueno que se sepa que el Estado Peruano es indivisible y que el señor Álvarez no ha federalizado Ancash; que el Gobierno Peruano es constitucionalmente unitario y que el señor Álvarez es un súbdito electo, sujeto a rendición de cuentas. A menos, claro, que el Estado y el gobierno quieran abdicar ante lo que parece emerger como un cacicazgo impune.
Todo esto encierra un problema, de arriba a abajo: ineptitud. Y una sospecha: ¿cuál es el reporte de los fondos no gastados, colocados supuestamente “a buen recaudo” en cuentas bancarias que no sabemos si la contraloría y el Ministerio de Economía y Finanzas fiscalizan debidamente?
Fuente: Diario El Comercio, Por Juan Paredes Castro