14 noviembre, 2016

Tardes de lluvia invernal

Por Samuel Nieves Reyes

El frío invierno con truenos y rayos nacidas entre negras nubes del oscuro cielo desatan la lluvia de infinitas gotas de agua y granizos, que en caída libre se estrellan contra las tejas de los techos de las casas alimentando así a los pequeños chorros de agua, que caen en  uniformada formación hidráulica a la calle empedrada creando nacientes riachuelos que fluyen por las inclinadas calles en la tarde oscura, apresurando el paso de los que en el camino a casa buscan guarecerse bajo los tejados para evadir por algunos instantes el torrencial diluvio.

La pequeña ventana de la cocina en los altos de casa, es propicia para dar una mirada de curiosidad por lo que sucede allá afuera en la húmeda calle, pero la mangada de lluvia nos limita la visión conformándonos con contemplarla desde nuestro abrigado refugio al opaco panorama de la estación invernal.
La tarde gris está terminando y en la cocina junto al fogón, refugio ideal para amenguar el frío la mamá Laura con la cazuela ya en el fogón espera que esta caliente lo suficiente para agregarle un trozo de manteca que ella tiene almacenada en la despensa de la cocina y una vez derretida por acción del fuego le agregara una porción de harina de machaca para luego revolverlo constantemente hasta que esté totalmente untada, la servirá así caliente con pequeños trozos de chicharrón y un poco de azúcar rubia en los mates que ella tiene como parte de sus servicios, para ser degustado junto a una taza de cedrón hirviente en la meza de la cocina.


El papá Florencio que ha dejado apresurado los trabajos en el campo y refugiado allí también, se ha animado a narrar los recuerdos de juventud pues trabajó en las minas de Quiruvilca en las sierra de la Libertad, narraciones de sus aventuras que disfrutamos oír abrigados por el calor  de los leños ardientes que brindan el fuego a las ollas que cosen ya, los alimentos de la merienda.
Las historias narradas son más interesantes a medida que la tarde gris se va convirtiendo en negra noche, allí donde la tenue luz del lamparín de mecha dibuja la silueta de la mamá Laura en constante vigilancia al hervor de sus ollas de barro que no descuida por la atención que también hace a las anécdotas vividas por su “Nensho” en las minas cuando trabajo en el taller de la maestranza bajo las ordenes de míster Green, un inglés de buen trato, de acriollado y corto castellano, suficientemente entendible por sus subordinados que celebran sus ocurrencias con efusivo entusiasmo para hacer entretenido la diaria jornada de labor.
Esta es la íntima unión familiar del crudo invierno serrano alrededor de la vieja meza de la cocina, climatizada por el calor de los leños encendidos como en el fogón de la estufa en el salón principal de casa que el poderoso dueño de la mina tiene para abrigarse.
Pero la diferencia será la delicia más agradable para una tarde fría con una taza de cedrón caliente y su porción de machaca con manteca para atenuar el duro invierno de nuestro pueblo, gratos momentos vividos que han quedado imperturbablemente grabados  en nuestros agradables recuerdos.

Volver arriba