29 septiembre, 2016

La Carreta de Don Artemio Perez

Por: Samuel Nieves Reyes

Estábamos de vacaciones escolares cuando a eso de las dos o tres de la tarde escucho el silbido característico que nos identificaba lanzado por Calolo en la puerta de casa, salgo presuroso a ver las novedades de tan intensas llamadas y mi amigo de mil aventuras me dice: Oe she en el arco de Dos de Mayo hay un grupo de muchachos que están jugando con una carreta se suben y se van de bajada por la carretera hasta después de la casa de Shojosh Ingar, vamos a ver si les quitamos y nos paseamos nosotros. Vamos pues le contesto y enrumbamos hacia el arco.  En el camino al escuchar nuestros entusiasmados comentarios se nos une Alejandro Morán, Calin primo de los Lora que estaba de vacaciones en Corongo porque él vivía en Lima y algún otro amigo de barrio de San Cristobal mas. Llegamos y comprobamos que era cierta la información que tenía Calolo.

Habían sacado la carreta que utilizaban para transportar tablones de madera a la casa que estaba en construcción del Sr. Artemio Pérez al pie del arco y que ese día por ser sábado estaba “parqueada”. La carreta de cuatro ruedas de madera grande y pesada fue construida para ser halada por bueyes, tenía un timón de dirección en las ruedas delanteras donde colocaban la yunta de toros que actuaban como fuerza motriz. Nos adueñamos de la situación y comenzamos a poner un poco de orden en el paseo que fue aceptada por los diez muchachos más o menos allí presentes. La condición principal seria que cuando partíamos del arco hacia abajo se iríamos a bordo Calolo, Alejandro, Calin y algún otro amigo. El resto de chiquillos de encargarían de empujar la carreta cuesta abajo con alguno de ellos en el timón de mando. De subida nosotros nos encargaríamos de empujar y llevar el timón de la pesada máquina de tablones de eucalipto hacia el arco. La diversión era perfectamente disfrutada por todos los presentes en la hermosa tarde soleada de entusiasmado relajo infantil embarcándonos en la tolva de la carreta una y otra vez para deleite nuestro. En una de las vueltas de bajada sin presagiar que sería la última que daríamos y estando cerca de llegar al límite de nuestro recorrido, en el timón de dirección que estaba al mando de Huguito Sotomayor lo vemos entrar a este en serias dificultades de control de la maquina originándole un inusitado nerviosismo en sus movimientos por la presencia en la carretera de un grupo de reses, cuya manada llegaban a cubrir casi todo lo ancho de la carretera. El en su desesperación por controlar la emergencia presentada se abre un poco hacia la izquierda pero por la fuerza de la inercia del pesado vehículo veo que se va acercándose peligrosamente hacia el borde de la carretera y hallándonos casi cerca ya a esta, en descontrolado trayecto entramos en pánico y por instinto de conservación logramos saltar antes que caiga a la casa de los Ingar los que pudimos. La caída vertical era algo de dos metros de altura aproximadamente y ante inminente fatal desenlace también salta violentamente Alejandro y algún otro amigo, pero no lo logran hacerlo Calolo y Calin cayendo los dos junto con la carreta al patio de la casa, lo que ocasiona que sufran fuertes lesiones. Huguito que iba al mando del timón había logrado zafar a tiempo y escapa junto a nosotros en espantada huida con dirección al rió cruzándola a grandes trancos e internarnos por los matorrales de yerbas santas y eucaliptos hasta alcanzar las paredes colindantes del cementerio. Buscamos una camuflada ubicación entre los matorrales y de allí mirábamos asustados como la gente se acercaba en grupos por la carretera para verificar la trágica noticia corrida, como reguero de pólvora en la apacible ciudad. El inusual accidente “carretero” ocurrido en la casa de Shojosh Ingar era un comentario generalizado en la población. El frió del atardecer después de permanecer escondido al pie del cementerio y las sombras de la noche se anuncian ya, obligan a salir de la improvisada guarida para emprender una subrepticia vuelta a casa porque con seguridad habrá que buscar alcanzar las alturas del terrado de esta para evitar la reprimenda que podemos asegurar nos tiene reservado papa en nuestro hogar…. Tendrán que pasar algún tiempo transcurrido desde esa “hazaña” infantil para que no volvamos escuchar algún comentario que nos recuerde las inocentes travesuras vividas. Años después recordaría papa en comentarios familiares, que se encontraba trabajando en las oficinas del juzgado de instrucción con el juez Moran cuando se enteró lo sucedido y este lo primero que hizo fue llamar a su hijo Alejandro y al verlo le dijo: - Qué bien que tu no hayas estado jugando con la carreta en el arco con esos traviesos… Ignoraba que el buen Alejandro había sido participe de la trágica diversión y que corrió tanto o igual como alma que se lo lleva el diablo para aparecer en la esquina de su casa como un inocente púber lejos del accidentado escenario. Podemos decir ahora que el tiempo paso que nuestros trágicos recuerdos infantiles también son rememorados con cariño.

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